AGENCIAS. Un Grito con sensación de adiós. Sí, fue la de la noche de este 15 de septiembre la última ocasión que el presidente Andrés Manuel López Obrador salió al balcón, ante la plaza, ese espacio que fue suyo por las últimas cinco lustros.
Como colofón de su mandato y en un acto de simbolismo, fue la despedida de ese pueblo que le correspondió con gritos, llantos, mensajes y el tradicional estribillo: “¡Es un honor, estar con Obrador!”, que se repetía una y otra vez.
A las 11 en punto de la noche, como marca la tradición, el mandatario asomó al balcón central de Palacio Nacional, acompañado por su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, para honrar a los héroes y heroínas de la Independencia.
La gente, que por horas esperó en el Zócalo este momento, hizo evidente su júbilo y al grito de “¡Presidente, Presidente!”, recibió al mandatario.
Ante un Zócalo a reventar y plagado de los colores tricolor, que se mezclaron con miles de pejeluches, llaveros con la imagen del mandatario, amlos de cartón y toda la parafernalia que la creatividad mexicana ha creado con la figura del tabasqueño; así como con carteles en los que la gente manifestó su cariño por el titular del Ejecutivo.
La plaza llena se le entregó, como lo ha hecho desde hace años. Es el primer presidente al menos en siete décadas que encabeza su último Grito sin silbidos de desaprobación, gritos de rechazo ni mentadas. Las encuestas lo ubican con más de 70 por ciento de aprobación a sólo 15 días de concluir su gobierno.
El júbilo se expresó en un torrente que cubrió la plancha del Zócalo de la Ciudad de México. El griterío de las miles de personas que se congregaron en este histórico sitio -punto neurálgico no sólo de la vida política del país, sino del nacionalismo y la protesta social- subió sus decibeles tan sólo al verlo posarse con el lábaro patrio y la banda presidencial ante una plancha atestada.
Fueron 24 arengas (24 vivas y cuatro mueras). Un viva en principio a la Independencia; los vivas a Miguel Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Leona Vicario, José Maria Morelos, Vicente Guerrero; a las heroínas y héroes anónimos, a la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia, a nuestra soberanía; también a la fraternidad universal.
Hizo un alto para lanzar los “muera”: la corrupción, la avaricia, el racismo y la discriminación.
Siguieron vivas al amor, a los trabajadores mexicanos, “que son de los mejores del mundo”, a los migrantes, a los pueblos indígenas, a la grandeza cultural de México, a todas y todos los mexicanos; y cerró con un “¡Viva la Cuarta Transformación!” Para finalmente dar paso a los tres “¡Viva México!”
Hizo soñar por última vez la histórica campana de Dolores, esa señal con la que hace 214 años inició la revuelta que concluyó con la declaración de Independencia once años después. Vino al himno nacional.
Cumplido el protocolo patrio, el mandatario regresó al interior de Palacio Nacional para entregar la bandera a la escolta.
De inmediato retornó al balcón para disfrutar, junto a su familia, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, los integrantes de su gabinete e invitados especiales del habitual espectáculo de pirotecnia.
El presidente se posó en el balcón central, mientras el resto se ubicó en los balcones del extremo izquierdo del histórico inmueble. En el más cercano, la futura mandataria, los secretarios de la Defensa y la Marina, Luis Cresencio Sandoval y José Rafael Ojeda; el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres; y la jefa de gobierno electa, Clara Brugada.
Concluida la pirotecnia, el presidente alzó la manos a todo lo alto en señal de adiós y también lanzó abrazos a los miles que lo ovacionaban. “¡Presidente, Presidente!” , “¡Es un honor, estar con Obrador!”
Fue una larga despedida. Aprovechó para voltear a ver a Sheinbaum, la señaló con el índice de su mano derecha, y ella correspondió con la misma señal.
El grito entonces entre la gente cambió: “¡Presidenta, Presidenta!”, ¡Si se pudo, si se pudo!”.
Tras la ceremocia oficial, vino la verbena en donde la Banda MS -de Mazatlán, Sinaloa- fue el plato fuerte del espectáculo musical. Su repertorio hizo bailar a la plaza antes u después de la ceremonia de El Grito.