Por Enrique Cárdenas Ochoa
MATAMOROS, TAMPS. En la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, se vislumbra un nuevo capítulo de gestión: bajo el liderazgo del alcalde Beto Granados, la administración local ha dado señales de revertir años de rezago, tensión y promesas incumplidas mediante una combinación de decisión política, diálogo abierto con el sector empresarial y una lógica de resultados inmediatos.
Desde el primer momento, el gabinete municipal ha mostrado voluntad para enfrentar los retos concretos que molestaban a la comunidad: infraestructura urbana deteriorada, trámites eternos para negocios, multas acumuladas y una desconfianza latente entre autoridades y comerciantes. En lugar de perpetuar discursos vacíos o permanecer en la inercia, la estrategia fue clara: escuchar, actuar y transparentar.

Uno de los episodios más testimoniales de este cambio ocurrió cuando, tras un ambiente de presión mediática en el que algunos actores intentaban convertir un asunto administrativo en “crisis de gobierno”, el Ayuntamiento respondió en menos de una hora con una conferencia de prensa pública.
En ella se anunció la condonación total de multas y recargos para comerciantes y se presentó un plan de regularización accesible para los negocios locales. Así, lo que parecía ser un problema insalvable, se convirtió en una invitación al diálogo y en un mecanismo de inclusión.
Para el sector empresarial esta acción fue interpretada como un giro. Las cámaras de comercio y los empresarios más activos del municipio abandonaron posturas defensivas para convertirse en aliados del gobierno local. No hubo persecución ni autoritarismo; hubo —en su lugar— acuerdos. No fue una crisis prolongada, sino un caso de política convertida en gobernanza. Bajo ese ambiente, Matamoros no solamente recupera su infraestructura y confianza, sino que reconstruye también su tejido social y económico.
Los resultados en infraestructura urbana no se hicieron esperar: se registraron cientos de intervenciones para atender fallas históricas en el drenaje, mejorar vialidades, y rehabilitar plazas y parques, cumpliendo lo que muchos consideraban promesas eternas de pasadas administraciones. En el terreno empresarial, la simplificación de trámites y la apertura de canales de diálogo establecieron un ambiente de certeza jurídica que hasta hace poco parecía lejano.
Críticos podrían decir que los desafíos del municipio siguen siendo enormes: la inseguridad, la pobreza, la desigualdad y la dependencia económica de la frontera son cuestiones estructurales que no se resolverán en meses. Pero lo que hoy se impone es una nueva lógica: cuando el gobierno da la cara, ofrece soluciones reales y transforma el ruido en resultados concretos, los ciudadanos y los empresarios responden. Y Matamoros lo está demostrando.
En definitiva: con auténtico oficio político, Beto Granados está impulsando una administración que mezcla apremio social, pragmatismo y voluntad de servicio y lo hace con resultados visibles. Eso marca la diferencia en tiempos en que gobernar equivale a mantener la cara al frente y resolver, no solo prometer.
Si bien los retos permanecen, y la exigencia ciudadana es alta, el renacimiento de Matamoros recién comienza. Y para entenderlo, basta con ver que, el gobierno ya no espera, sino que actúa.
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